miércoles, 14 de abril de 2010

MI JARDÍN: LA EXCURSIÓN DE INGLESES


Estos días iba a hablar de los pájaros de mi jardín, pero ayer ha sucedido algo insólito –o no tanto, tratándose de mi jardín mágico, donde todo es posible–, que me ha hecho cambiar de planes.
Todo empezó con la visita al Sunshine hace unas semanas de Amely y Lula (lo escribo como suena en español), dos niñitas inglesas muy lindas que vinieron con sus padres. Juntos han tamboreado, bailado con los chicos y, sobre todo, jugado con los cachorritos de Victoria, nuestra perra-nieta, hija de Hunter y Suzzy, nuestras mascotas. Pero ésta ha sido una semana de sustos, casualidades y causalidades... El martes pasado esterilizamos a Suzzy y, en vez de dejarla en el jardín del Sunshine, que es donde todos ellos han decidido vivir –seguramente huyendo de las moscas de los mangos de nuestro compound–, la trajimos a casa para resguardarla de las posibles infecciones. Suzzy es grande y fuerte, una luchadora nata. Pero Victoria es más pequeña y frágil, y los perros salvajes de los manglares aprovecharon la ausencia de su madre para atacarla por la noche junto a su camada. La hirieron levemente, pero lo peor fue que tres de los cachorros habían desaparecido y los otros dos fueron escondidos por ella durante la mañana. Tras una intensa búsqueda conseguimos encontrar el escondrijo y la sorpresa fue grande cuando comprobamos que estaban todos, los cinco, ¡la madraza había conseguido ponerlos a salvo! Por supuesto, nos los llevamos a casa y les acondicionamos un pequeño cobertizo del jardín...
Cuando Amely y Lula llegaron al Sunshine se llevaron un gran disgusto al no encontrar a los pequeñines, así que Samba –nuestro guardián– y yo las trajimos a casa para que pudieran verlos. Hasta aquí todo normal. Sin embargo, al día siguiente, mientras Lamin y yo nos disponíamos a almorzar, tocaron a la puerta de fuera y al abrir me encontré a Samba con las dos hermanitas y al menos seis niñas más –algún niño también entre ellas–, todos inglesitos, de diferentes tamaños y colores, que iban del blanco al rosa chicle... Y los dejamos visitando a los perros y trasteando por allí... Al rato, mientras comía, me picó la curiosidad y me asomé por la ventana: entonces había también algunos padres y madres sacando fotos y vídeos. ¡Tenía una excursión en toda regla de ingleses en mi jardín! Si no llega a ser porque el año pasado me lo encontré una mañana lleno de gente –entre ellos algunos ingleses también– para celebrar una boda secreta, me habría sorprendido... (Eso lo contaré otro día).