sábado, 9 de enero de 2010

REYES MAGOS EN KARTUNG

Aquí los regalos son algo muy importante. Cuando alguien viene de Europa –turistas, amigos, familiares–, los gambianos y los residentes de largo tiempo siempre agradecemos cualquier cosita que puedan dejarnos: ropa –nueva, usada, o «de moda»–; perfumes o cosmética difícil de conseguir; zapatos o teléfonos móviles –que aquí se estropean con mucha facilidad por el clima y el estado de las carreteras–... Por mi parte, siempre que alguna visita me pregunta qué puede traerme, hay algo –aparte de una cremita hidratante, algún libro, o embutido– que no falla: un par de latas de berberechos.
Hace dos semanas vino mi hermana, pero la mala suerte, o mejor dicho, la desastrosa actuación de Spanair, hizo que sus maletas no llegaran y junto con su ropa y enseres personales, perdidos en el limbo aeroportuario, se quedaron mis regalos: un libro, alguna prenda de ropa, ¡salmón ahumado!, ¡chorizo de Teror!, ¡y dos latas de berberechos!
Éstas han sido unas fiestas navideñas un poco desnavideñadas, por algunos problemas familiares en España y porque el día de Nochebuena estuve «sola», quiero decir sin la compañía de ningún familiar o amig@ de allá, del mundo blanco y cristiano, sí mi gente de aquí, para los que por suerte o por desgracia la Navidad no significa nada... Luego llegó mi hermana, cansada y sin maletas, y el 31 de Nochevieja se vio sólo alegrado por la presencia de un grupo de españoles con los que estuvimos tamboreando en el Sunshine hasta las tres de la mañana.
Así las cosas, ella sin maletas y nosotros capeando la crisis como podemos, decidimos «pasar» de las fiestas y de los regalos de los Reyes Magos, y organizamos una excursión a las playas del sur para el miércoles siguiente. Sólo unas horas después de levantarnos y cuando ya salíamos en el coche nos dimos cuenta de que precisamente era 6 de enero, día de Reyes. Cuando llegamos a la playa de Gunjur –larga, solitaria, con ese paisaje maravilloso de vegetación tupida hasta la orilla– y nos echamos a caminar, nos topamos con un regalo inesperado: la arena estaba cubierta de conchas y caracolas de todos los tamaños y colores. Mi hermana y yo nos miramos y sonreímos: ¡Ya tenemos nuestros reyes! Algunas eran tan grandes que de inmediato exclamé: ¡Ya tengo mis ceniceros! Y es que precisamente unos días antes había advertido que los del Sunshine estaban desapareciendo a un ritmo vertiginoso –seguramente llevados como recuerdos– y que necesitaba comprar unos nuevos...
Luego seguimos nuestro camino hacia el sur; queríamos ver la playa de Kartung, pero por alguna extraña casualidad, Lamin –que conducía– no lo entendió y nos bajó directamente al río, donde ya entré en éxtasis Mágico-Real cuando vimos a unas mujeres sacando y trasteando con cestas llenas de moluscos que resultaron ser ¡¡berberechos!!
¡¡¿Quién dijo que los Reyes Magos no existen?!!








2 comentarios:

  1. Tu blog es realmente mágico. ¡ Maravilloso!. Te seguiré.

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  2. Gracias!!!!! Yo creí que nadie me leía y que estaba escribiendo sólo para mis duendecitos africanos... ¿Puedo preguntarte cómo me encontraste?
    ¡Un beso!

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